La reina Alejandra y los fariseos
Por Pinchas Shir
Extracto de Flavio Josefo, Guerra 1. 107-112 (siglo I d.C.).
«(107) Alejandro le dejó el reino a su esposa Alejandra y dependía de eso que los judíos estuvieran listos para someterse a ella porque había estado muy adversa a la crueldad con la que Alejandro los trató y se opuso a que él violara las leyes de los judíos, y por eso ella obtuvo la buena voluntad del pueblo. (108) No se equivocó en sus expectativas, pues esta mujer mantuvo el dominio gracias a la opinión que el pueblo tuvo a causa de su piedad; pues sobre todo, estudió las costumbres antiguas de su país y echó fuera del gobierno a los hombres que ofendieron las leyes santas del pueblo. (109) Y tuvo dos hijos de Alejandro, hizo del mayor, a Hircano, sumo sacerdote, considerando su edad; también por causa de su temperamento inactivo para que no molestara al público. Pero mantuvo al menor, Aristobolu, con ella como su particular, pues su temperamento fue impetuoso. (110) Y entonces los fariseos se juntaron con ella para ayudarla en el gobierno. Estos son una cierta secta de los judíos que parecían más religiosos que otros y parecía que interpretaban las leyes de una forma más exacta (111).
Alejandra les puso atención a un grado extraordinario, siendo ella una mujer de gran piedad en relación a las cosas de Dios. Pero estos fariseos, astutamente se insinuaron para ganar su favor poco a poco y llegaron a ser los administradores verdaderos de los asuntos públicos; ellos borraron y redujeron a cualquiera que quisieron, ataron y desataron (a los hombres) a su placer; y, para decirlo todo de una sola vez, gozaron de la autoridad real, mientras que los gastos y las dificultades le pertenecieron a Alejandra. (112) Ella fue una mujer sagaz en el manejo de los asuntos grandes y siempre intentó reunir a los soldados, logró incrementar la mitad del ejército y formó un gran cuerpo de tropas extranjeras al punto que su propia nación no solamente llegó a ser muy poderosa en casa, sino también terrible a la vista de los soberanos extranjeros, mientras ella gobernaba otros pueblos y los fariseos gobernaban con ella. (Flavio Josefo, Guerra 1. 107-112 – siglo I d.C.).
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